Carolina Vargas
Médico General - Universidad de la Sabana
Neuropediatra - Universidad Nacional de Colombia
Las arterias son los “tubos” que llevan la sangre desde corazón a los diferentes órganos del cuerpo; por lo tanto, son las que transportan la sangre oxigenada y que contiene nutrientes. Estos vasos han evolucionado en el tiempo con el fin de poderse acoplar al bombeo continuo del corazón, “adaptándose” a la presión que éste ejerce sobre ellas al eyectar la sangre, y al mismo tiempo haciendo uso de esta energía para llevar a cabo su función.
Las arterias están compuestas de tres capas (o túnicas): íntima, media y externa; la capa más interna, contiene las llamadas células endoteliales, que son las que están en contacto con la sangre y componen el endotelio; su adecuado funcionamiento permite que la sangre fluya adecuadamente y evita que se formen trombos. Aparte de las células que forman cada una de estas capas, existen “fibras” que constituyen el tejido conectivo, el cual se encarga de dar sostén estructural a la arteria y al mismo tiempo elasticidad. Dentro del tejido conectivo encontramos al colágeno y la elastina.
Una disección arterial es el nombre médico de la ruptura de la pared de la arteria, lo que lleva a la formación de un trombo, y a que la sangre se meta entre las capas de la arteria. Todo esto puede tener diferentes efectos como son: la obstrucción total o parcial de la arteria, su ruptura y sangrado, o la formación de un pseudoaneurisma, entre otros. Si la arteria se ocluye, puede desencadenar un infarto cerebral.
La sangre llega al cerebro por dos sistemas diferentes, uno llamado anterior y otro posterior; el anterior depende de la sangre que es transportada por las arterias carótidas internas, y el posterior por las arterias vertebrales. En los niños, un porcentaje importante de los infartos cerebrales ocurren por disección de las arterias, en especial de las arterias vertebrales, ya que la mayor parte de su longitud se sitúa por fuera del cráneo y cerca de la columna vertebral, lo que las pone en riesgo de dañarse con mayor facilidad que las arterias que se encuentran dentro del cráneo.
Lamentablemente aún no se entiende bien por qué ocurren estas disecciones en las arterias del cuello y el cerebro, porque en hasta la mitad de los casos los niños no tienen antecedentes de golpes o razones claras que la expliquen (es decir, ocurren de forma espontánea, o después de un golpe trivial de la cabeza o el cuello). El diagnóstico de este tipo de lesiones es también muy problemático, pues es difícil identificarlas en imágenes como resonancia o tomografía, requiriéndose muchas veces el uso de procedimientos invasivos como la angiografía. El médico debe tener una sospecha clínica muy alta para hacer el diagnóstico porque las imágenes pueden no ser concluyentes.
El tratamiento es en general con anticoagulantes (medicamentos que disminuyen la capacidad de coagular de la sangre) o medicamentos que bloquean la función de las plaquetas (antiagregantes) según cada caso específico. En otros niños puede requerirse la cirugía o los procedimientos endovasculares. El pronóstico en el largo plazo depende de la arteria afectada, así mismo, es muy importante seguir las recomendaciones del neurólogo con mucha atención pues la posibilidad de una segunda disección es de hasta un 20%.
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