Carolina Vargas
Médico General - Universidad de la Sabana
Neuropediatra - Universidad Nacional de Colombia
Paco* tiene 16 años, está ya a pocos meses para graduarse del colegio con honores; es un estudiante excepcional, reconocido entre sus compañeros por ser buen amigo y un gran portero. Es sábado y es un día especial, hoy es el partido decisivo para ganar el campeonato de la ciudad; la adrenalina corre por el cuerpo de Paco, quiere ganar con todas sus fuerzas.
Ya transcurre el segundo tiempo del partido, empatan uno a uno con su rival, no hay tiempo de errores. El jugador de media punta hace un pase al delantero estrella del equipo contrario, el gol es inminente; Paco con su experiencia ve que se acerca el tiro y lee el cuerpo de su oponente, sabe qué debe hacer. El delantero patea el balón y Paco al mismo tiempo estira su cuerpo y salta hacia palo derecho del arco, y ¡logra evitar el gol! Todo pasa en cámara lenta, el peso de su cuerpo cae sobre su cabeza, siente que se le va a partir el cuello.
¡El equipo está eufórico, ya faltan pocos minutos para que termine el encuentro, la victoria es casi segura! Paco aún está en el piso, pasan unos minutos y el portero no despierta, muchos lo miran, no entienden qué pasó. Paco abre los ojos y nota que no puede hablar, lo sientan y el cuerpo se le va de lado, siente adormecida la mano derecha, no puede mover bien el pie.
Ya han pasado un par de años desde el último partido que Paco jugó por su colegio, ya es mayor de edad y está en la Universidad, está becado y le va muy bien. Hubo unos pocos cambios en su vida desde ese evento, ya no es diestro sino zurdo, y aún debe verse de vez en cuando con su neurólogo, pero nada más de consideración. “Qué afortunado” le han dicho incontables ocasiones, “no pareciera que hubieras tenido un infarto cerebral”; Paco sonríe, y sigue su camino.
El accidente cerebrovascular es una de las principales causas de fallecimiento en niños en Estados Unidos, pero el desconocimiento de sus síntomas retrasa considerablemente el diagnóstico, y cuando es factible, su tratamiento oportuno. En el caso de Paco, al caer al suelo su cuello se estiró de forma exagerada lo que hizo que una de las arterias que lleva la sangre al tallo del cerebro se “disecara” (es decir que las capas que conforman la pared del vaso se separaran) obstruyendo el paso de la sangre, lo que le produjo un infarto.
El accidente cerebrovascular puede presentarse con múltiples síntomas dentro de los cuales están:
- Desviación, caída del labio o asimetría de la boca.
- Disminución de la fuerza o parálisis súbita de medio lado del cuerpo (del brazo y la pierna).
- Dolor de cabeza: en algunos casos descrito como “el peor de la vida”.
- Muy dormido, el niño no se despierta al llamarlo o está confundido.
- Dificultad para hablar.
- Convulsión.
- Alteraciones de la visión.
Es importante, así como en los adultos, conocer estos síntomas; ¡el accidente cerebrovascular es una urgencia! Y requiere atención médica inmediata.
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