Sueñan las pulgas con comprarse un perro
EduardoGaleano
La anormalidad percibida como una condición que segrega y aparta de lo establecido es percibida por el otro como un mecanismo opresor que pasa desapercibido por la cotidianidad de los individuos; el día a día de la consulta llega al punto de normalizar la desgracia del otro; la situación y el dolor percibido desde la mirada científica del tratante; la enfermedad la llenamos de eufemismos, le decimos condición, síntoma , síndrome y en ocasiones incluso estas definiciones son vistas desde el curriculum oculto de la medicina de pasillo con el aliciente de la broma, suavizamos el dolor y la impotencia que tenemos de no poder hacer más.
Estos conceptos e interacciones generan esas bien conocidas diferencias que tenemos con el otro actor de nuestro performance: paciente y familiares. ¿Será que tratar aquello que general dolor y ansiedad, ser los mediadores directos de la muerte lenta, (los neurólogos pocas veces tenemos la oportunidad de perder a alguien de manera rápida e indolora), sino que nuestros pacientes se los lleva la vida lentamente y vemos cómo la parca impone sus huellas desgarradoras día a día, los arrastra y solo podemos mitigar y aliviar el dolor? ¿Por esa condición especial que lleva a que rara vez nuestros pacientes pasan efímeramente, la relación médico paciente se vuelve un vínculo cercano, estas relaciones interpersonales nos generan el dolor ajeno que muchas veces no se va? La verdad no disfruto mucho lo que hago, disfruto lo que estudio, pero no lo que hago, no podría definir como gusto trabajar con el sufrimiento , seria una especie de monstruo del modernismo científico del siglo XIX, una mezcla de positivismo darwiniano y romanticismo pueril y en ocasiones tonto, que ve el servir y el quehacer médico como un apostolado en beneficio del otro, sin embargo, y aunque en muchas ocasiones somos el recurso, no somos mas que otro hombro sobre el cual llorar o quejarse del Sistema, somos el dolor que cargamos y nuestra experiencia no es más que la suma de errores que hemos tenido; cargados eso sí de buenas intenciones, (no creo que ninguno de mis colegas sea tan siniestro de levantarse todos los días a ver a nuestros pacientes con el ánimo de empeorar su condición general)
Nuestros pacientes que son los nadie del Sistema de Salud desarrollan en la cronicidad de su enfermedad un vínculo fuerte con su médico tratante, sea este de cariño y agradecimiento o de frustración y dolor que ha nacido de esa situación aberrante de tener un niño enfermo o que han catalogado como diferente y nosotros estamos ahí de una manera u otra para ofrecer ocasionalmente un tratamiento curativo, en la mayoría de las veces una intervención que modifique el curso de la enfermedad, y siempre la intención de hacer lo posible.
Retomo lo que en una ocasión la innombrable me dijo “ quien disfrute nuestro trabajo (que se basa en ver tanto dolor y desesperación de la familia y el niño) esta realmente mal, sin embargo creo que los médicos distamos de ser esos seres indolentes y distantes, del imaginario popular, que se encuentran sentados en el trono de Imhotep, tan lejanos a los mortales como el antiguo Egipto de nuestro tiempo.
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