Laura Victoria Guío Mahecha
Médico General y Neuropediatra Epileptologa- Universidad Nacional de Colombia
En cualquier momento de la vida y para cualquier persona es muy difícil que le digan que tiene una enfermedad y mucho más si esa enfermedad no es como una otitis o otras infecciones en las que te tomas un medicamento por un tiempo y se quita o una apendicitis que te pueden operar, ¿qué pasa si te diagnostican una enfermedad crónica? Una enfermedad que te va a acompañar por muchos años o incluso toda tu vida, o si esa enfermedad ¿se la diagnostican a un hijo, tu pareja o uno de tus padres?
Existen muchas enfermedades crónicas, y algunas que en realidad llamamos enfermedades crónicas son nombres que expresan una forma diferente de ser, que expresan que esa persona en ciertos aspectos específicos va a funcionar diferente a las otras personas.
Esto puede pasar en muchos aspectos de nuestras vidas, quién no conoce a una persona con asma, diabetes, epilepsia, hipotiroidismo, etc o a una persona que desde que nació es diferente porque puede tener un síndrome genético como el síndrome de Down o que sufrió un accidente o daño secundario a otra enfermedad y después queda con alguna alteración, con un retardo mental o con dificultades para moverse o para hablar.
Para todas estas enfermedades crónicas existen tratamientos que ayudan para que las personas estén lo mejor posible, para que se controlen los síntomas que se presentan y se desarrollen lo mejor posible, pero muchas de ellas no tienen una cura, es decir no son algo que se pueda cambiar simplemente con unas pastillas, son funcionamientos diferentes del cuerpo que a veces se pueden modificar a través de los tratamientos pero a su vez son condiciones con las que debemos aprender a convivir por mucho tiempo o toda nuestra vida.
Cuando nos dan un diagnóstico de una enfermedad crónica una de las respuestas iniciales más normales y comunes es la negación: es decir, nos negamos a aceptar que tenemos esa enfermedad, y con frecuencia buscamos segunda, tercera, cuarta … o tantas opiniones médicas y de otras personas que trabajan en sanación como necesitemos para asimilarlo; la segunda posible respuesta a este diagnóstico es tratar de comprender lo mejor posible la enfermedad que tenemos para llegar al proceso de aceptación; muchas veces decimos ¨sí ya sé que tengo o tiene esa enfermedad¨ pero en el fondo, en realidad no lo aceptamos, porque aún no le hemos hecho el duelo a esa persona imaginaria perfecta y sin problemas que tenemos en nuestra mente, para poder aceptar a la persona real tal y como es, con sus problemas o su funcionamiento diferente; cuando logramos esto y dedicamos todos nuestros esfuerzos para hacer que esa persona esté bien, tenga el mejor tratamiento y se desarrolle lo mejor posible logramos empezar a progresar en el tratamiento y en la vida.
Aceptar una enfermedad o condición no quiere decir que la persona se dé por vencida, quiere decir que reconoce las cosas como son y empieza a trabajar porque ser la mejor versión posible de sí mismo o por ayudarle a ese ser querido a superar su problema con la ayuda de los tratamientos ya sean farmacológicos (medicamentos) o no farmacológicos como terapias, cambios en el estilo de vida, de la alimentación etc; con el paso del tiempo la aceptación trae consigo la calma y ya sea que el paciente mejore o no cuando sentimos que estamos dando lo mejor de nosotros para lograr su bienestar con el tiempo ganaremos algo invaluable que es la tranquilidad.
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