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Héroes de Bata Blanca

Foto del escritor: Edu CerebrixEdu Cerebrix

Actualizado: 18 feb 2022

Ana María Bejarano M.

Medicina familiar

Contacto: Bejaiaia@yahoo.com


Hace un año iniciamos este periodo de pandemia que generó en toda la población miedo, incertidumbre, dudas, angustia, sentimientos que también nos invadieron a nosotros los médicos y profesionales de la salud. Con gran temor, y en muchos casos sin todavía tener los elementos de protección personal adecuados, seguimos con nuestro trabajo.

Aun con el miedo a contagiarnos y contagiar a nuestras familias, con el temor del contagio de nuestros colegas y peor aun con su fallecimiento continuamos luchando por el paciente, muchos duplicando o triplicando sus jornadas laborales por falta de personal médico, por enfermedad o fallecimiento de compañeros o por una gran demanda de pacientes con diagnóstico de Covid.

En algunos casos dejamos nuestros hogares, nuestras familias para protegerlos del virus, lo cual aumentaba nuestra angustia y soledad, además de estar en una permanente situación de miedo debíamos estar alejados de la familia y no es la historia de los noticieros, ni de otros países, no, eran nuestros médicos de unidad de cuidados intensivos y emergencias.

Durante el inicio de la pandemia quienes atendimos pacientes en domicilio tuvimos que aprender a manejar el miedo de los pacientes y nuestro propio miedo, tuvimos que aceptar, entender y respetar las medidas que cada familia tomaba para protegerse; nos atendían en el hall del edificio, en la entrada de las casas y cuando mejor nos iba en el jardín de la casa o en los salones comunales de los conjuntos. Nos rociaban en alcohol, clorox, mezclas con vinagre, productos de amway y todas las mezclas que consideraban prevenían el contagio, siempre aceptando todos los procesos de desinfección que hicieran sentir al paciente más seguro y por supuesto a nosotros también, esto no significa que no existiera el otro extremo de pacientes que no usaban ni tapabocas, ni ninguna medida de bioseguridad de las recomendadas por el Ministerio de Salud, generándonos miedo, desconcierto y rabia ante la irresponsabilidad de algunos individuos.

Trabajamos mínimo ocho horas con tapabocas N95, tapabocas quirúrgico, careta, traje antifluidos sin importar el cansancio, el calor, que los tapabocas maltraten la nariz, no tenemos derecho a quitárnoslos, a quejarnos o a descansar, mientras que muchos individuos se quejan de tener que ponerse un tapabocas quirúrgico mientras están en espacios públicos o comparten con otras personas, muchos se lo ponen en el mentón o cuello y no cumplen con las mínimas recomendaciones y con la que más minimiza el riesgo.

Cada consulta domiciliaria por sospecha de Covid o diagnóstico confirmado de Covid generaba una gran ansiedad en la familia, además de ingresar al domicilio a realizar un diagnóstico de Covid, se debía despejar cada duda que tuviera el paciente y su familia, aclarar toda la información que se estaba difundiendo en ese momento en los medios de comunicación y que además podía cambiar en horas o días; quedando en muchos casos dudas sin resolver que nosotros tampoco sabíamos en ese momento. En una gran cantidad de familias cuando llegábamos ya había varios casos de Covid, fallecidos, en UCI y/u hospitalizados y la carga emocional, la angustia, el dolor, el llanto, o la culpa que se podían percibir en esos pacientes era altísima e imposible no afectarnos. Se escuchaba cada historia de contagio y salía uno de consulta física, mental y psicológicamente agotado y agobiado, además pensando: "esto podría suceder si no me cuido, si no cuido a mi familia".

Actualmente, después de un año de recorrer y vivir la pandemia las personas y los médicos conocemos más sobre el virus, aunque siguen muchas dudas igualmente sin resolver y ahora tenemos la vacunación que genera otra gran expectativa. Los pacientes ya lo reciben a uno en sus viviendas, con unos protocolos de bioseguridad más claros y definidos, algunas personas más tranquilas frente a la sospecha del Covid o un diagnóstico positivo, sin embargo, la angustia y el miedo a complicarse y fallecer, la rabia y la culpa siguen siendo sentimientos que prevalecen en toda consulta médica por Covid y las historias de familias que han sido devastadas por el virus permanecen igual que hace un año.

Después de un día de atención médica en urgencias, en unidad de cuidados intensivos o en domicilio, en un momento como el que estamos viviendo, donde el porcentaje más alto de pacientes son sospechosos o confirmados con Covid, se regresa a casa agotado a descansar unas horas para reiniciar una nueva jornada y en algunos servicios no se regresa a casa a descansar porque el volumen de pacientes no lo permite y se debe continuar.

Aun así la población reclama atención médica, se queja del mal servicio prestado en urgencias, de las demoras en la respuesta a la atención en domicilio. Se quejan de que el médico estaba cansado o no les puso la suficiente atención. No sé si alguna vez se han preguntado o han pensado que ese médico que los está atendiendo es un ser humano como ellos, que también tiene miedo, que sufre, tiene familia, que se cansa, que a lo mejor algún familiar está enfermo o ha fallecido. Para muchos de los que nos llaman “héroes de bata blanca” estos sentimientos no son compatibles con estos héroes.

La atención médica en este momento de pandemia nos exige a los médicos más resistencia física, más apoyo psicológico y social a nuestros pacientes, más empatía a pesar de los tapabocas y caretas, constante capacitación para poder responder las necesidades de nuestros pacientes y de nosotros.



 
 
 

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