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De epilepsias, epilépticos y anormalidades. Imaginarios en torno a la epilepsia. Segunda parte




Al igual que muchos desórdenes cerebrales (esquizofrenia, manía, psicosis, entre otros), que alteran la percepción de realidad y que en muchos casos se asocian a temas conductuales, la epilepsia ha generado en los individuos el temor hacia la discriminación, el aislamiento y la exclusión social, que están presentes aún hoy en día (Leaffer, Hesdorffer y Begley, 2014). Las lecturas culturales de la anormalidad, discapacidad, limitación, debilidad y minusvalía han definido, estigmatizado y segregado a las personas con enfermedades crónicas, con limitaciones sensoriales o motoras o con enfermedad mental y epilepsia, a quienes han rotulado generalmente como débiles, diferentes y anormales (Canguilhem, 2009).


El tratamiento de la epilepsia siempre ha sido abordado de varias maneras. Por ejemplo, en la antigüedad cuando se sospechaba de ataques epilépticos asociados a demonios o seres sobrenaturales, la opción terapéutica más usada era la utilización de amuletos y defensas que protegían al paciente de sufrir crisis (Brooks, 1959; Stafford, Jeger y Van Staten, 2005). Sin embargo, el tratamiento no solo se centraba en un proceso espiritual o mágico-religioso.


Si bien es cierto que en la antigüedad no se disponía de un enfoque biológico claro de la epilepsia, y que en muchos casos las crisis se consideraban producto de brujería, también se encuentran referencias de tratamientos enfocados en controlar las crisis epilépticas. Un ejemplo es la descripción encontrada en Tratados Medicinales de Juan Méndez Nieto del siglo XVII, donde no solo se describe la semiología de las crisis, sino que se proponen una serie de opciones terapéuticas, entre las que está la dieta adelgazante a base de plantas, sustancias químicas, laxantes y modificación en la ingesta de alimentos: esta opción terapéutica sigue siendo válida y es utilizada con ciertas modificaciones en la actualidad (Méndez 1609 [1989], 102-116).


Actualmente, algunos conocimientos populares y tradicionales han tenido relevancia en la medicina alopática. Ciertas sustancias provenientes de plantas medicinales, como la armillaria mellea que se ha utilizado en la medicina tradicional china con resultados satisfactorios (Ojemann et al., 2006), o la asociación entre los ciclos lunares y el aumento de crisis epilépticas, han sido nuevamente tenidos en consideración por la comunidad científica (Polychronopoulos et al., 2006).


Las diferentes teorías acerca del origen de la epilepsia han pasado desde lo espiritual hasta lo biológico. Posteriormente, en el siglo XIX, John Hughlings Jackson propuso el origen neurobiológico de las crisis epilépticas, clasificando la epilepsia como una enfermedad de origen exclusivamente cerebral con múltiples manifestaciones (Hogan y Kaiboriboon, 2003).


En el siglo XX el desarrollo de técnicas diagnósticas complementarias como el electroencefalograma y las neuroimágenes (tomografía y resonancia) permitieron correlacionar los eventos clínicos y las teorías fisiológicas formuladas y ampliar la información científica sobre el origen de la epilepsia. Estos descubrimientos permitieron desarrollar una terapéutica farmacológica efectiva que llegara a controlar las crisis en el sesenta por ciento de los pacientes (Hulbert,1947; Medina-Malo, 2004). Sin embargo, en algunos lugares del mundo hoy en día, se presentan

rangos de intratabilidad de la enfermedad que van desde el seis por ciento hasta el sesenta y nueve por ciento, dependiendo de la disponibilidad de tratamiento médico efectivo, tipo de epilepsia, factores bio-psicosociales y acceso a servicios médicos de primer y segundo nivel. A esto se llega gracias a los casos reportados en distintas publicaciones científicas (Téllez-Zenteno et. al., 2014).


Cada origen etiológico propuesto se relaciona con un enfoque terapéutico específico. Es así como en países africanos y latinoamericanos con condiciones de pobreza extrema y hacinamiento, falta de acueducto y alcantarillado, se presentan las parasitosis como una de las causas más frecuentes de epilepsia. En este caso es de resaltar tanto la neurocisticercosis como la malaria. En estas poblaciones los tratamientos se basan no solo en el control de las crisis epilépticas, sino también en tratar las infecciones y mejorar las condiciones de vida. Estas causas son muy poco frecuentes en países desarrollados, un ejemplo lo encontramos en Japón, donde el origen etiológico más común es el genético y los tratamientos se basan en controlar las crisis y determinar el origen molecular de los síndromes epilépticos (Oka et al., 2006; Carpio et al., 2016; Fandiño-Franky y Silfvenius, 1999).




 

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