Carolina Vargas
Médico General - Universidad de la Sabana
Neuropediatra - Universidad Nacional de Colombia
El lenguaje es una función mental superior primordial en la interacción cotidiana con otros en la sociedad. Por medio de la traducción de nuestros pensamientos a convenciones comunes, ya sea en forma oral o escrita, compartimos nuestras ideas, razonamientos y sentimientos.
Antes se usaba de forma más amplia el término de “zonas elocuentes” para referirse a áreas específicas de la corteza cerebral que se pensaba que tenían una función específica como, por ejemplo, ver, moverse o hablar. Con el tiempo, la posibilidad de tener nuevas herramientas para el estudio del cerebro, como las imágenes funcionales, ha llevado cada vez más a ver al encéfalo no como la reunión de partes independientes, sino como una gran red, que requiere de la conexión, interacción y retroalimentación de diversas áreas para funcionar adecuadamente.
Como había mencionado en una de las entregas pasadas de este blog sobre infarto cerebral una alteración súbita en el lenguaje es una bandera roja a la hora de pensar que alguien puede estar sufriendo de un infarto cerebral. La afasia es el término médico que se refiere a la alteración del lenguaje secundaria a un daño en el cerebro; por otro lado, está también el vocablo disfasia, el cual hace alusión a un cuadro menos severo de alteración en el lenguaje.
El lenguaje proviene del correcto funcionamiento de los lóbulos cerebrales que a su vez dependen del aporte de sangre dado por la arteria denominada cerebral media, que se origina de otra arteria llamada carótida interna. Así mismo, también es muy importante saber cuál es la lateralidad de la persona que sufre un infarto cerebral, (es decir, si es diestro o zurdo) porque la mayoría de las personas que son diestras tienen un hemisferio izquierdo dominante para las funciones relacionadas con el lenguaje.
La arteria cerebral media se va dividiendo en múltiples ramas (en forma similar a las de un árbol) y cuando se obstruye el tronco de esta arteria o alguna de sus ramas por un infarto cerebral, especialmente en el lado izquierdo del cerebro se pueden observar en el paciente, sea niño o adulto, alteraciones agudas en el lenguaje.
Al suspenderse el flujo de sangre hacia la corteza del lóbulo frontal, denominada área de Broca (denominada así por el médico francés que la describió), se produce una afasia motora, es decir que se altera la producción de esa información o los comandos que debe enviar el cerebro al tallo del cerebro, que permiten a los músculos de la boca y la laringe articular los movimientos que producen el lenguaje.
Por otro lado, existe otro espacio en la superficie de la corteza cerebral que tiene una importancia primordial en la comprensión del lenguaje llamada área de Wernicke; esta se ubica en el lóbulo temporal y también depende del aporte de sangre de la arteria cerebral media. Al presentarse daño en esta región del cerebro el paciente pierde la capacidad de comprender el lenguaje.
Las regiones de Broca y Wernicke están comunicadas por medio de un “cable”, compuesto por los axones o “colas de las neuronas” llamado fascículo arcuato o arqueado; al dañarse esta estructura de conexión entre estas zonas del cerebro se presenta una “desconexión” entre ellas que dificulta a la persona poder dar nombre a las cosas (anomia) o repetir lo que se le dice.
Por: @carolinavneuroped
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