Martha Peña Preciado
Médica general y Neuróloga - U. Nacional de Colombia
Contacto: mpena@ioir.org.co tel 57601- 3534016
En cuarto semestre de Medicina en la Universidad Nacional de Colombia la primera clase de farmacología iniciaba con la frase: "la diferencia entre un medicamento y un veneno es la dosis". Con el café y la migraña es similar, "la diferencia entre el placer y el dolor es la dosis".
En Colombia, mundo macondiano de los neologismos, existe el verbo "tintear". Al café se le dice tinto, hablar con amigos en el tiempo libre de libertad, robado del deber, a eso se le dice y siente como "tintear". Homólogo al matear de los porteños. El café nos huele a una cocina de la infancia, al cariño sin palabras que nos daban los viejos, a los amigos que saben.
Que te duela la cabeza de forma pulsátil, intensamente, con náuseas, odiando la luz y el ruido durante la mitad del mes, tres meses seguidos, es una vivencia conocida para los neurólogos como migraña crónica. Que una gran proporción de la población tenga migraña no es mayor problema, lo hemos sabido llevar miles de años, el conflicto con impacto en la salud pública es la cronificación de la misma. La cronicidad depende de factores como la obesidad, el estrés, la depresión, el sobreuso de analgésicos, y, la cafeína, entre otros. Están los que se pueden modificar y los que no. Pero vaya usted y sugiérale a alguien disminuir su dosis diaria de café, como para modificar algo modificable, su rostro de pena es tan profundo, el café lo llevan en el alma, y usted considerará trabajar otros modificables.
El café es ambiguo, una dosis precisa y eventual puede resolver el dolor; una dosis constante y alta modifica redes excitatorias cerebrales subcorticales y perpetúa el dolor.
La cafeína es similar a la adenosina, neurotransmisor que tiene dos receptores, A1 y A2A, sobre los cuales la cafeína tiene un efecto antagónico, inhibiendo la inhibición, como el alcohol en sus fases iniciales.
Existen estudios contradictorios y el debate respecto a evidencia científica para las recomendaciones definitivas se demorará todavía un tiempo. Además la industria cafetera cotiza en las grandes bolsas, así que es poco probable que se permitan gestar y publicar estudios que pongan el riesgo del rendimiento de una bebida que consumimos el 80% de los humanos.
El limite entre dolor y placer probablemente se acerque a los 50 a 100 gramos de cafeína al día, esto es un pocillo (taza) grande de café o medio pocillo en las preparaciones "promedio domésticas", El sesgo siempre va a estar en el proceso de preparación: mi abuela lo haría con dosis baja y con panela, mis amigos de Yopal (Llanos Orientales) lo harían cual petróleo servido en totuma.
«Claro que el café es un veneno lento; hace cuarenta años que lo bebo.» — Voltaire.
Cada uno debemos descubrir nuestra dosis de dulce tóxico.
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