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Esclerosis múltiple

Condición de vida, compasión y fuerza de voluntad

Durante el año 2000, cursando mis estudios universitarios y siendo una joven madre de 20 años, de repente sentí unos síntomas extraños, que al parecer se desencadenaron debido a las largas jornadas de estudio combinadas con los cuidados de mi bebé recién nacida.  Pocas horas de sueño y mucho estrés, pensé que me habían agotado demasiado y empecé a sentir hormigueos en una mano.  Acudí como era de esperarse al médico quien me ratificó que era simplemente falta de descanso, así que lo que debía hacer era relajarme y dormir bien. Esos síntomas desaparecieron al cabo de unas semanas, durante las cuales además me sentí muy cansada e indispuesta.

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Pasaron cuatro años más, cuando nuevamente aparecieron unos síntomas extraños: no sentía una pierna, pero podía caminar y sabía que estaba ahí. También perdí la audición de un oído y sentía unos mareos leves. Sin embargo, estos síntomas duraron semanas y no desaparecían, al contrario, empezaron a empeorar por lo cual acudí al servicio de urgencias de la Clínica del Bosque, donde me confirmaron inmediatamente y sin ningún examen profundo que se trataba de Esclerosis Múltiple, una enfermedad autoinmune que ataca al sistema nervioso. Yo quedé aterrada y en pánico, pensé que era muy irresponsable diagnosticarme así sin ningún examen esa terrible enfermedad de la cual alguna vez de casualidad escuché y de su desenlace fatal en muchos casos.

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Catalina Ojeda

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Los exámenes se realizaron posteriormente y lo confirmaron todo. En ese momento sentí que mi vida se derrumbó, no entendía por qué me había sucedido. Sentí mucha tristeza, miedo y rabia porque todos los planes de vida que tenía como madre y joven profesional en ingeniería forestal se vinieron al piso. Pensé que era el final de mi vida que apenas creí empezaba. 

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Algunos amigos y mis familiares cercanos no entendían de qué se trataba esta enfermedad, ellos me veían normal y creían que eran exageraciones o no le ponían mucha atención.  Otras personas, por el contrario, ratificaban que era una terrible enfermedad y que muy seguramente terminaría tarde o temprano en una silla de ruedas y finalmente muerta. Pero unas pocas personas, mis seres queridos, me brindaron todo el apoyo y me dieron una luz de esperanza con sus cuidados y compañía en los momentos más difíciles.  Yo por mi parte, acepté la situación entendí que mi vida tenía una “condición distinta” y acepté mi enfermedad, con las posibles limitaciones que esto me traería. 

 

Sin embargo, de mi interior brotó una fuerza que me impulsó a no detenerme, a no abandonar mis sueños, solo sabía que tenia que tomar un camino distinto, o más largo, pero que al final llegaría a alcanzarlos. Entendía que debía cuidarme en muchos aspectos, principalmente en mis controles, exámenes y en ser juiciosa con mi medicamento. Procuré tener un estilo de vida saludable, haciendo ejercicio, incluyendo meditación, yoga y alimentándome de forma saludable. 

Ya han pasado 16 años desde aquel momento en que me diagnosticaron y he llevado una vida normal. Pero no todo ha sido perfecto, ha habido momentos difíciles, con crisis, recaídas y hospitalizaciones. Pero afortunadamente, siempre las he superado con fuerza de voluntad, buena actitud y la ayuda de mi familia. Me han tenido que cambiar tres veces de medicamento, pero he estado estable. He logrado realizarme como madre de dos hijas, profesional y laboralmente siempre he estado activa, nunca me he detenido. Siempre me he adaptado a las circunstancias que me ha tocado enfrentar y he disfrutado de la vida, de mi familia y he sido feliz.  

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La enseñanza que todo este proceso me ha dejado, es que debemos tener compasión de nosotros mismos, entender nuestra condición de salud, pero no sugestionarnos y hundirnos en la tristeza o desesperanza.  Lo importante es la fuerza de voluntad, la actitud y la comprensión de los seres cercanos frente a la enfermedad, con los cambios que ocasiona en nuestro cuerpo y estado de ánimo. No hay que avergonzarse de esta condición, pero tampoco debemos dejar que la enfermedad sea una limitante mayor a lo que en realidad puede ser, entendiendo que todos los casos son distintos. Afortunadamente la ciencia ha avanzado mucho en este campo y siento que la cura cada vez está mas cerca. Por lo pronto, tenemos varias alternativas médicas que nos permiten llevar una vida digna y lo más normal posible.

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